A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

martes, 16 de octubre de 2012

Hola... me presentaré... me llamo Cádiz... (2ª parte)


Aun aturdidos por tanta belleza concentrada en un solo amanecer, y con el susurro martilleándome todavía el alma, (ese casi no querer molestar de Cádiz al presentarse ante nosotros con aquella voz bajita y al oído), encaminamos nuestros pasos hacia la Plaza de las Catedrales... 


Esa Plaza de los besos largos... en donde las condenas ya no me duelen, ni me queman, ni siquiera me dan miedo... y a la Luna, por mucho que ella me mire y me acaricie le pelo, yo ya no la miro a ella... con la total convicción de que si me quieren condenar, que lo hagan. Total,... la única condena que a día de hoy no soportaría,... es no poder volver a estar contigo, otro día más... 



Bordeando la Seo Metropolitana gaditanensis, "esa que siempre está cerrada porque están corriendo un tabique"..., pues justo al salir a la plaza, un olor profundo, de esos que te ensanchan el pecho y te lo parten en tres mitades perfectas, siempre tres impares, tres como son, fueron y serán..., te sobrecoge, pues no te lo esperas... y aunque se podría pensar, que por la cercanía de los templos que en Cádiz casi se tocan y se dan la mano unos a otros, ese olor es, puede, o debería de ser un olor normal y carácterístico, nunca, en ninguna de las ocasiones anteriores en las que visité la ciudad, jamás lo percibí, a no ser que entrase expresamente en uno de los muchos recintos sagrados, de los que ya os puedo decir que hay muchos y muy buenos... y que todo viajero que se precie, no debiese de ignorar, sea cual sea su condición, su fe, su creencia o las ganas de ser y/o estar... 


Ese olor penetrante, que nos sobrecogió sobremanera y nos hizo incluso hasta llorar de la emoción. Ese cálida fragancia no era otra, que el rancio perfume afrutado del incienso. Incienso que mezclado con el aroma de la sal y esa brisa marinera que empezaba ya a hacer de las suyas conforme avanzaba la mañana, se me incrustó en la nariz, y me hizo correr hacía el Pópulo, por donde navegaban las cuentas perfectas de un rosario vespertino, en donde la Madre de Dios, llenaba tan temprano todas las calle, de Amor, Paz y Perdón...


Y allí estaba Ella... surcando los mares del entramado de callejuelas que dan a su barrio un estilo peculiar y característico. El Pópulo, el barrio más barrio y más antiguo de todo Cádiz. Gadir, Gades,... El Pópulo, un recinto de aproximadamente cuatro hectáreas, de planta cuadrada, y que tenía, como no, tres de sus lados amurallados, con una entrada en cada frente, y el cuarto lateral que cubicaba su perfecta geometría, daba al acantilado en el cual rompían las olas del océano. De esas murallas se conservan actualmente algunos restos y los tres arcos... que eran las antiguas entradas por las que penetrar en él... esos arcos del Pópulo, en donde pasé una noche inolvidable ya, en el Carnaval de Verano de 2011...


Y por allí paseaba Ella. Majestuosa. Dolorosa que a paso lento y abandonado, nos iba perdonando a todos nuestros pecados... y los que están por cometer. Somos humanos, y Ella, Divina. Y aun con ese dolor que paseaba, las calles sonreían a su paso, para hacernos a nosotros enternecer y llorar de emoción... 


Lagrimas como puños, de una nueva y desconocida Cádiz, que se nos vuelve a presentar, esta vez a paso de horquilla... y ya van dos veces en la misma mañana... que bonita mañana y que bonito despertar, totalmente inesperado, como gustan las cosas que sin premeditar, salen perfectas, pues así Ella lo quiso...


María Santísima del Rosario, en sus Misterios Dolorosos, se pasea por los corazones de cuantos estamos allí. Y penetra a través de nuestras retinas, de nuestros oídos, de los poros de la piel que no descansan de asimilar fragancias imperceptibles para muchos, y que se entremezclan con las que nuestros olfatos ya atesoran, guardan celosamente como tesoros en cofres imaginarios, a los que muchos llamamos "recuerdos". Incienso y Sal... brisa marinera que nos evoca siglos pasados... 


Madre de Dios a la que le cantan y le rezan en su lento y acompasado caminar. Un caminar que dura ya más de dos milenios. Un caminar que nos acelera el pulso justo terminado el carnaval. Un caminar, que nos eleva los corazones a límites insospechados, y que nos hacen perder el sentido para bien.


Un caminar, que yo comparé esa misma mañana, con el compás de un largo, lento, abandonado y perfecto Tango, que nos despierta de nuestro letargo ancestral... para despertar conciencias dormidas, que visto la que está cayendo, bastante falta nos hace...


Rosario de Cádiz, Rosario de Dolor, Rosario de Semana Santa. Imagen de Francisco Buiza Fernández, que dejara firmada en 1979 para gloria de Cádiz y de los gaditanos, y de todos los hombres y mujeres que la contemplen con el paso de los años. La más "Dolorosa" de cuantas dolorosas nos dejase el maestro Buiza. Belleza lozana de una doliente expresión. Labios desconsoladamente abiertos. Mejillas encendidas. La postura quebrada por el dolor...


Una desgarradora escena que nos transporta a un calvario que tiene su casa en La Catedral Vieja, la cual fuese edificada por orden del Rey Alfonso X de Castilla, el Sabio. Conocida en Cádiz como "La Iglesia de Santa Cruz" es un templo que el visitante que se acerque a Cádiz, no debería de perderse. Vayan a Santa Cruz. Vayan a La Catedral Vieja... porque Cádiz, sean ustedes creyentes o no, se lo agradecerá... y al salir de ella, ustedes le devolverán esa gratitud. Estoy seguro de ello, por que a mi me pasó, la primera vez que puse yo los pies en dicho templo gaditano... preciosa Catedral Vieja de Cádiz...


Y así, viendo como el cortejo, numeroso y joven en su mayoría, lo cual también me sorprendió gratamente, se adentra por las calles de su barrio del Pópulo en dirección a su sede canónica, me despido de Ella, mientras que al girar una esquina, Rosario engalanada con su nuevo manto de capilla, una verdadera obra de arte, se vuelve de manera imperceptible, y me mira... no la veo, pero la siento, y es entonces cuando la escucho perfectamente... es la misma voz,... esa voz que escuché al amanecer...


Esa voz de mujer que ya escuché de maneras claras sentado en el Campo del Sur, viendo como la ciudad despertaba y se me presentaba, lentamente, a compás..., y de nuevo, con un sutil susurro, con el mismo susurro con el que te despierta el amor de una Madre y la caricia de una Abuela, me vuelve a sorprender una vez más...

"Hola... me presentaré... me llamo Rosario,... pero puedes llamarme Cádiz"...


Amadísima Señora: 
Miraros... Rosario de Cádiz,
 sin que la gloria de vuestra sonrisa
nos llene de alborozo es imposible. 
Pero contemplar ese Rosario
que nos ofrecéis 
en sus más conmovedores Misterios 
y no llorar tampoco es posible 
a vuestros fieles hijos.

Por eso, Madre nuestra, 
meditando sobre las flores 
del Rosario de vuestro dolor,
humildemente os suplicamos piedad 
de los que a vuestro amor recurren,
en la seguridad de que aliviaréis 
las amarguras de nuestros sentidos,
dándonos al mismo tiempo, 
los auxilios necesarios
para la salvación de nuestras Almas.

Amén

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