A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

lunes, 26 de diciembre de 2011

Eché a andar muy despacito...

Eché a andar muy despacito. Timón brisa y marea. Donde la libertad es solamente para los demonios... donde siempre asoma una muralla y siempre una playa asoma. Que me importa mi negrura, si me voy a bautizar con la sal bendita y pura de la ermita del mar. Pues amarte y descubrirte a mi mismo me he prometido. Ya presiento las torres, y los vientos de Cádiz son los que me llevan. Llego. Ya llego... y me topo de frente con unos muros de piedra. Cada paso es una aventura, y cada esquina es un libro, un perfume abierto. Velamen en las azoteas. Ah, de este inmenso castillo!!!... Ah, de estos muros de piedra!!!...

Que razón tenía el maestro, cuando me dijo, que los colores más bonitos siempre los pintan los cieguecitos. Y cerrando los ojos veo un destino, un camino y una senda. Una brisa, que juega con mis oídos. Y aunque me faltan luceros me sobran los otros cuatro sentidos. Y valiente en mi creencia de ser de ti, me dejo llevar por el viento de Cádiz. Un consejito que me diera mi maestro se me viene a la cabeza. Tropecé con una mujer de cuerpo bonito. Me siento grumete de un barquito. Convento de las palomas. Y yo te mando mi corazón con la marea. Un ciego sin lazarillo cruza tu puerta... y siempre lo hace de noche, porque siempre es noche cerrada y angosta para el...


Y con manos yo te invento. Veo mojarritas, como reinas viviendo en un aguita que es agua y luego arena. Si el sur es quien te mueve, tu hueles a roca. Ostionera y curtida por la sal. Arrugada su piel, como anciana expuesta a la fuerza de tu Mar. Y cierro los ojos y veo los siete mares. Y en cuanto enciendas tu plata fina, yo iré enseguida. Te buscaré, y se que daré contigo. Pero antes me pasaré por la Plaza de las Flores. Faltaba más, por Dios. Y temblaré. Y no recordaré otro temblor como el que mi cuerpo me regaló cuando escuché mi primer tanguillo. Y los tangos, majestuosos emperadores y reyes de tu fiesta, me hicieron llorar como un chiquillo al amparo de quien sus lágrimas regala cuando escucha sus primeros compases, y con ellos vibra. Y la luna lunera, esa que no existe, se vestirá de piconera. Hasta que los tangueros se pongan a cantar nanitas a los balcones. Esos balcones que guardan las vidas de quien tras ellos viven, y que se esconden tras las persianas que dejan adormecidas las penumbras en las que tantos como yo, son felices. Tras las persianas, sus vidas... y tras los balcones plagados de macetas, las vidas de quien así las quiere vivir y las debe, para que las mismas no sean propagadas por las calles, esas que siempre dan al mar y a las casas de los vecinos... y a quien le importa, y que sabe nadie...

Amores. Esos que se esconden bajo las faldas que los amamantan, y que solo los ciegos son capaces de atisbar, pues no hay más ciego que el que no quiere ver. Latidos de corazones al compás de las passiones que juguetean por tus calles y plazuelas, recónditas esquinas plagadas de coplas ancestrales que repiquetean con sus nudillos callados en las gastadas fachadas. Esas passiones, que muchos se empeñan en apagar, pero que pocos consiguen. Se que yo jamás te veré como lo hará un ciego. Y que seguramente como un ciego te quiera de por vida. Con los ojos de mi corazón. Con los ojos de mis otros cuatro sentidos puestos junto al alma en el tintineo de las sensaciones,... de los olores, los sonidos, el tacto y el gusto... y para gusto, el estar a tu vera cada vez que pueda. Todos los días, por cortos que se nos hagan... y no habrá Cádiz, tristeza como la mía. Porque en la distancia te busco, te observo, te siento, te capto, te huelo, te palpo, te escucho... pero no te veo. Más que con los ojos del alma... y ya quisieran muchos, de esos que te ven a diario, ver lo que veo yo cada día que pasas en mi vida...

No hay cosa que no me huela a ti. No hay cosa que no me suene a ti. No hay cosa que no toque y me lleve a ti. Y no hay cosa que deguste y no me recuerde a ti. Trimilenaria urbe fantástica, bañada por la plata de la espuma de tu Mar, y que me ha devuelto tantas cosas, que ya creía perdidas... ilusión, magia, satisfacción, libertad y espera... esa espera que te hace ser más paciente. Esa espera que te dice, que lo mejor siempre está por llegar... y mientras llega, yo me baño con tu salada claridad, con tu espuma regeneradora, con tu arena que se cuela entre los pliegues de mi piel y que en un tarrito llenado en tu Caleta, venero en mi casa. Todo me lleva a ti... y se que siempre fui de ti, aun sin saberlo...


Gracias, Cádiz... por dejarme ser quien soy. Por dejarme ser gaditano. Por dejarte querer de las maneras en que yo lo hago, o al menos lo intento... y sobre todo, Gracias Cádiz, siempre agradecido, eternamente... porque de un tiempo hacía acá, me has dado momentos que jamás olvidaré. Momentos que me marcaran un destino, un camino y una senda, que no quiero abandonar. Porque en ella me siento bien. Y soy quien soy, y quien siempre creí ser. Y mientras, como el que no quiere la cosa, seguiré hablándote bajito y al oído. Pintando estrellas que curen mis miedos, en cielos oscuros sin lunas que los alumbren. Y mientras tu te quedas dormida, yo maldeciré mi suerte. Esa maldita suerte que tengo, de no poder verte... 


¡Ah! De estos muros de piedra. ¡Ah! De este inmenso castillo. Un ciego llama a tu puerta, un ciego sin lazarillo. Pues amarte y descubrirte él mismo se ha prometío y aunque le faltan luceros le sobran otros cuatros sentíos. 

Ya hablan las torres, ya las presiento, por fin en Cádiz me llevan sus vientos. Lalalala ¡Ahhh! ¡Ahhh! Lalalala ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ah! De este inmenso castillo. ¡Ah! De estos muros de piedra. Un ciego sin lazarillo ya está cruzando tu puerta. 

Eché a andar mu despacito y me acordé del consejito, que me diera mi maestro: "Todo aquí es literatura, cada paso una aventura, cada esquina un libro abierto". Un perfume me ha atrapao. Una mujer, ¡Tropecé!, ¡Cuidao!, ¡Ole los cuerpos bonitos! Al timón: Brisa y Marea. Velas en las azoteas, soy grumete de un barquito. San Francisco, San Antonio, libertad pa los demonios, convento de las palomas. Pa dónde quiera que vaya, siempre asoma una muralla, una playa siempre asoma. ¿Qué me importa mi negrura, si con mis manos yo te invento? Los colores más bonitos, los pintan los cieguecitos,...


¡Qué razón tenía el maestro! ¿Qué me importa mi negrura, si me voy a bautizar, con la sal bendita y pura de la ermita del mar? He cerrao los ojos, hay un camino, una brisa que juega en mis oídos. Mojarritas que viven cómo las reinas. El agüita que es agua y luego arena. Si es el Sur quién te mueve, hueles a roca. Burgaillos y algas, si el Norte sopla. He cerrao los ojos, hay siete mares que van de la bahía hasta Puntales. 

¡Ah! Mi corazón contigo se quea, ahí te lo mando con la marea. ¡Ah! En cuanto enciendas tu plata fina, ¡Ay amor mío!, Iré enseguida. Del mar venía un compás que me llevó a la Plaza las Flores, un pueblo entero era un cantar y no cabían sus trovadores... 

Señores, por compasión, dejen pasar a este pobre ciego, y de la mano alguien me cogió: "Faltaba más, pase usted, por Dios, ¡Qué disfraz más Güeno!" ¡Cómo temblaba mi cuerpo cuando escuché mi primer tanguillo! Yo que nunca había llorao, lloré ese día como un chiquillo. En cada esquinita, peregrinos cantando, borrachitos de coplas, mis propias penas fui enterrando y La Tacita besó mis labios. Le regalé piropillos hasta que salió la luna lunera que esa noche, se había puesto, un traje blanco de piconera. Luego vino el silencio a la Plaza las Flores y se fueron los tangos a cantar nanitas tras los balcones... 

Balcones. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Balcones. Por dentro guardan las vidas, por fuera macetas de colores. Torreones. Con persianas pa que sólo entre el aire, y lo que sepan sus cierres, no lo propague la calle. Faroles. Ventanas de marineros. la mansión del pobrecito, la cueva del pobre rico, escondite del coplero. Amores. Debajito de sus faldas. Los inviernos, los veranos. Penitentes y guitarras: Las cruces del gaditano. Balcones. ¡Qué gran tesoro tenéis, ladrones! Mi pregón es cómo un grito, que no darían mis ojitos por ver lo que ven tus balcones... 

La última estrella ha salío, casi se ha dormío, mi reina bonita. A los pies de su cama dice: "Hasta mañana", su orilla infinita. Cómo un pez en las redes, por ella se muere una bola de fuego, repican las campanas al son de mi nana, la nana del ciego. Ro, mi niña, ro. Que Dios te guarde. Ro, mi niña, ro. Que se hace tarde. Nunca te veré, Cai de mi vía, no hay tristeza, no hay, como la mía. Levante, Poniente, dejadme que llore mi suerte. Habladle bajito, que está soñando con los angelitos. Guardianes del cielo, pintad estrellas que curen sus miedos. 

Mi niña se duerme y yo maldigo y maldigo ¡MI SUERTE! 

Si tu eres mi pecado...

Sin palabras, simplementen escuchen... Juan Fernandez en estado puro...





Si tú eres mi pecado
y tu son me envenena,
yo quisiera morirme
en este infierno de blanca arena...

Si tú eres mi locura,
por tus calles me muero
y pierdo la cordura
como cualquier criatura
que camina por tus suelos...

Pecaré si mis pies desnudos
llegan a pisar el mar.
Pecaré si por un momento
robo tus rayos de sol...

Pecaré si me pides el alma,
si me pides los que quieras,
si me pides las flores
que nacen en primavera...

Si eres el infierno
para qué quiero llegar al cielo.
Que ardan mis entrañas bajo el sol
y se pierda en tu playa...

Si eres el pecado déjame
que yo peque sin miedo.
Si eres el infierno
a saber como es el paraíso...

Cádiz, como siempre, pecaré
si te quiero y te quiero.
Siempre quise mirar hacia el mar
porque así Dios lo quiso...

Si Cádiz, eres el infierno,
cómo será el cielo,
cómo será el cielo...

si tú eres la vida,
si tú eres ese paraíso
que nace en la playa
y se muere en la orilla...


Pd: texto extraído del blog Yo amo el Carnaval de Cái... enlace pincha aquí