A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

martes, 31 de julio de 2012

Llega agosto...

Llega agosto. La tardes, que ya se volvieron calurosas durante los días de julio, se quedan asomadas a mi balcón a la misma hora de siempre. Y la brisa dulce y caliente que azota las azoteas, acaricia las persianas tras las cuales, la vida continua a duras penas. Corren malos tiempos para todos. La política de este País no es la que nos merecemos... o sí...

Somos pobre a los que encima nos ladran los perros. Nos ahogamos en vasos de agua, sin echar la vista atrás para saber que calado tienen los mares. Gritamos, al abismo de nuestras propias miserias, y nos enfrentamos con el cielo también a gritos, como si eso nos fuese a liberar de nuestras propias desgracias. Mientras tanto, la brisa caliente de agosto, está al caer. Y Dios, no nos manda ni siquiera un huracán que acabe con nuestro destino. O al menos, que barra de una vez tanta desfachatez y tanta mezquindad...

Los locos con su cordura, no se dejan ya enloquecer por nada ni por nadie. Los pestillos echados a los nidos de los secretos. Bien guardados. A salvo de fulanos que ya ni siquiera pueden con las fulanas. Los presos ni siquiera piden ya libertad por la calle del mismo nombre. El ruido le puede a la soledad. Los barcos se pierden en el horizonte, con el miedo siempre a lo prohibido. Y mientras tanto, los vientos se pelean entre ellos mismos, por ver quien mueve la veleta para hacerla suya. No llueve, y los patios se quedan con sus macetas mustias y secas, esperando aquellas aguas que de seguro, están siempre por venir... para llenar de nuevo esos pozos, que nunca debieron de dejarse secar...

El miedo a lo prohibido, hace el resto. Paralizados nos quedamos al encontrarnos el hombre con el hombre. El chivo de la Legión ya no corretea delante en los desfiles, y el torito ya no le canta a la Luna, esa que no existe, ni existirá. El hambre de los chiquillos, siempre latente. Los cojos, todos juntos y con ellos todas juntas sus mentiras. El miedo a la muerte, esa que nos dará la vida. Los tontos y sus sanbenitos. Los reyes y sus monederos de desfalcos y tierras que sin haber sido trabajadas jamás por sus manos, les dan beneficios que otros ya quisieran para si mismos...

Las corbatas y sus nudos a las camisas desabrochadas. Que alegría da, nada más pensar en los fríos de un mes de Enero. Agosto sigue haciendo de las suyas, y los pasillos de las casas siguen siendo los únicos lugares más frescos que nos soportan y nos aguantan. Los curas y su catecismo, a veces pasado de moda y un tanto anquilosado en el tiempo. En el norte, los del norte, que siguen teniendo esa condición, que en el sur no la tenemos. Y aun así, y con estas calores que están por llegar con agosto, jamás se me irán las ganas de escuchar tus gemidos tan cerca de mis oídos, para que me vuelvan a enloquecer de amor, deseo, ternura y pasión...

Llega agosto... y con el, las dulces brisas que acariciarán mis persianas. La vida continúa tras ellas. Agazapada y escondida. Intentando respirar. Crecer. Querer. Creer... y en definitiva creo, que no te enterarás en la vida. Aunque a veces pienso, que si ya lo sabes,... ¿¿¿por qué a mi no me lo haces ver???...

Si lo sabes, aquí me tienes. Así que ya ves, fácil te lo dejo, y fácil lo tienes. Vuelve a hundir tu cuchillo, marinera,... hundamos sentrañas mías, la hoja afilada de tu cuchillo forjado con la sal y la arena de nuestra playa, y que dé con mis huesos de una vez en el suelo, a ver si estando yo muerto así ya de una vez te enteras, que nadie habrá que así te quiera,... así como yo te quiero...



Hunde un cuchillo marinera,
hasta el sentío,
pa saber por quien suspira el corazón mío...
Como un pozo ama al patio
y la lluvia a las macetas,
como un viento y otro viento a una veleta...
Como la iglesia a los fusiles
de los cobardes,
como un pobre a un pobre perro
para que le ladre,...
como un mar a un vaso de agua
o el grito al abismo,
como el cielo a las desgracias,
como un cura al catecismo...
Como la brisa de agosto a las persianas,
como un manto de calichas a los pasillos,
como pueden los fulanos a las fulanas,
como un nido de secretos a los pestillos...
Como un chivo a la legión,
como Dios a un huracán,
como un preso a una ilusión,
como el ruido a la soledad...
Como un barco al horizonte,
como un loco a su cordura,
como un hombre a otro hombre,
como el norte sólo al norte,
como el torito a la luna...
Como el hambre a los chiquillos,
como un cojo a una mentira,
como el miedo a lo prohíbio,
como el sexo a los gemidos,
como la muerte a la vía...
Como un tonto a un san benito,
como el frío al mes de enero,
como el nudo a la corbata,
como el rey al monedero...
Hunde el cuchillo marinera
a ver si muerto ya te enteras,
nadie habrá que así te quiera,
así como yo te quiero...

Antonio Martínez Ares
“La Milagrosa” 2000