A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

jueves, 31 de mayo de 2012

Y el tiempo se paró...


Ayer tarde, estando en el patio de un colegio que me ha dado mucho más que lo que me ha podido quitar, sentí que los años pasan. Pero pasan si uno quiere que así sea. Una sensación rara y estremecedora, fue la que me agitó el cuerpo, y me hizo pararme un buen rato a pensar. Justo debajo del pórtico de entrada, y mientras esperaba a mi madre en compañía de mi pequeño Jesús, por un momento me vi en aquel patio, rodeado de compañeros de infancia, juegos y rodillas destrozadas por aquel asfaltado de chinos rugosos, en el cual comenzaron mis días salesianos al amparo de Don Bosco, de María Auxiliadora y algún que otro pater, con el que cruzarnos por los pasillos cada mañana, para escuchar siempre el mismo saludo : "Buenos días, con alegría"... o "buenos días, amigos del mundo mundial"... 

Y mientras recordaba aquello, y esperaba el abrazo de mi hijo antes de su graduación, un pellizco hondo y profundo, seguido de un certero y doloroso latigazo, me recorrió el alma, y el tiempo se paró... y se paró en el mismo instante de ver a mi hijo, y ya me duró mientras me abrazó... y hasta que me soltó. Justo ahí, se paró el tiempo, como las manecillas de un reloj al que todos se olvidaron un buen día de darle cuerda. se paró el tiempo, cuando nos apretábamos en un intenso abrazo, en el que sobran palabras, pues nuestros corazones laten al mismo compás. Justo en ese preciso instante en que el alma se transporta y se funden en una aleación sincronizada, perfecta e inmortal. Justo en ese momento en que el mundo me importa un carajo, y mucho más lo que hagan los demás. Justo en la milésima perfectamente encajada, en la cual somos uno, porque uno somos, formando ese tres inmortal que siempre nos quedará para nosotros. Y justo, en lo poquito que dura esa porción de tiempo sin medida, el tiempo se paró. En seco. Y con la sensación de que ojalá fuese verdad, me hubiese quedado allí para siempre... ojalá que se parara el mundo cuando lo tengo entre mis brazos, mientras sus brazos ya de hombre me abrazan fuertemente, queriendo decir tantas cosas, que a mi no me hacen falta escuchar... como espero que a él tampoco...

Ojalá que el tiempo se parara para siempre, y así poder estrecharlo eternamente y pegarlo bien contra mi pecho, para que nada ni nadie le puedan hacer el más mínimo daño. Ojalá pudiese estar abrazado a él las veinticuatro horas que dura el día a día de nuestras vidas. La mía, terminando ya el recorrido imaginario que nos dibuja una montaña rusa al subir, y esperando esa caída que tendrá que venir, más tarde o más temprano. Y la suya, la cual siguiendo con la comparación, acaba de montarse en el coche que ni siquiera a empezado a subir la cuesta de su montaña rusa particular...

Y mientras duró ese abrazo, fuerte, intenso, de hombres... por mi cabeza pasaron miles y miles de fotogramas, que mi retina fue acumulando y archivando en los cajones almacenados de mi mente, y los que alguna que otra vez aparecen desordenados, y cree uno tener olvidados. Para nada, ahí están, y surgen por arte de magia, cuando un abrazo es así de certero y de humano. De padre a hijo, y viceversa. Todos los recuerdos afloran, y se escapan por donde mismo entraron,... los ojos... 

Y recordé, todo... La primera vez que lo vi. Su primer baño que fui yo quien se lo dio. Su primera muda de ropita limpia, que fui yo quien lo vistió para llevarlo y dejárselo en el regazo de su madre para que al fin lo viese. Ese olor a bebé que jamás olvidaré. Esos sueños que ya son mis desvelos desde ese primer llanto que te encoje el alma mientras esperas en la puerta de un paritorio. Las noches que no se dormía, mientras yo pasillo arriba y pasillo abajo, al son costalero que marcó nuestras vidas desde el primer día, lo dejaba dormidito entre mis brazos y bien pegadito a mi pecho. Esas sonrisas que nos regalaba todos los días, mientras con sus enormes y preciosos ojos iluminaba mi mundo, mientras él exploraba el suyo. Esos rizos que tanto envidiaba yo, y esos "zíes" con marcada y acentuada zeta que me volvían loco de alegría cada vez que le preguntaba algo... ¿quieres jugar? - Zí... ¿quieres venirte conmigo? - Zí... ¿quieres a papá?... - Zí... ¿que estas haciendo? - Zí... jajajaja... daba igual lo que le preguntase, la contestación de él siempre era "Zí"... y esos "zies" los tengo guardados todos... 

Como guardadas tengo, y sobre todo con el paso del tiempo comprobadas, las tremendas ganas que siempre tuvo de aprender, de vivir, de observar, de preguntar, de empaparse de la vida, de ser y de estar, que lo han llevado años más tarde, a ser la persona que es, y por la que yo siento total y absoluta devoción. No ya por el hecho de ser mi hijo, y un buen hijo. Si no por que simplemente es un chaval estupendo, amigos de sus amigos como yo ya sabía, y también quedó ayer demostrado, cuando al nombrarlo para subir a recoger su banda que lo acredita como alumno graduado en Bachillerato en Salesianos de Granada, hubo muchos de sus compañeros y compañeras que se levantaron y le dijeron de todo, entre vítores, ánimos y palmas... "Eres el mejor... "... "Guapo... (la mayoría de las féminas llevan toda la razón, y nadie se las puede quitar)"... "Eres un crack, tío..."... "Vales un montón, Fran..."... "Te queremos, eres muy Grande"... uffffff... y yo allí sentado, al lado de mi madre, una Abuela que es la tuya y que no dejó de llorar durante toda la graduación, mientras este que os escribe se encontraba con el corazón palpitando de emoción, orgullo y una tremenda felicidad, que ayer me superó... 


Así que tan solo decirte una y mil veces impares que ¡¡¡Enhorabuena, Chaval...!!!, que vales un imperio, y que mi universo gira y girará siempre en torno a ti. Que estoy totalmente orgulloso de ti, por que si unas notas te dan el pasaporte a una posible Carrera Universitaria el día de mañana, las palmas, vítores, muestras de alegría y de cariño de tus compañeros, para mi significan mucho más que cien mil matrículas de honor... y que aunque tu en algún momento llegases o puedas haber llegado a dudar, fuese de lo que fuese y por lo que fuese, solo te puedo decir lo de siempre. Que aquí estaré, apoyándote en todo, sea lo que sea. Aquí me tienes, para que me des abrazos como el de ayer, cada vez que tu quieras. Búscame, que para ti, siempre estaré, siempre habrá un hueco, siempre tendré tiempo, y si no lo tuviese por el devenir de esta vida asquerosa y siempre a la bulla, lo buscaré... porque lo mejor en esta vida, es que seas quien eres, y quien bien te quiera, te querrá por eso mismo... se siempre tú, en la felicidad y en la adversidad. En las alegrías y en las penas. En lo bueno y en lo menos bueno... pero que sepas siempre que aquí me tienes, para todo lo que necesites y te haga falta...

Y mientras tanto, vuela. Vive tu vida, sigue creciendo, que el margen es bueno, la semilla estupenda, las mimbres increíbles, y tu corazón el mejor de los corazones que yo conozco... y se halcón, siempre... o dragón o fénix, pero nunca seas águila... que nada ni nadie te diga que no puedes. Que nada ni nadie te hagan cambiar, mucho menos si es para peor... y que siempre recuerdes, que el día en que tú naciste, yo ya morí por primera vez en mi vida, para empezar una nueva vida de nuevo por ti, para ti y junto a ti...  

Y aquel día, mi niño... como ayer durante nuestro abrazo... el tiempo se paró...