A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

lunes, 17 de octubre de 2011

Medio majareta...

Sí. Así me quedé. No me pregunten ni como ni que fue lo que me pudo pasar. Ni tampoco me pregunten el cuando, o los porqués. Solo se, que de repente un buen día, sentí como empezaba a subir la marea, mientras las olitas me arrancaban el alma para mezclarla con la sal de sus aguas. Y la Mar, que es la dueña de toda esa orilla, me convirtió en un simple soldado de arena, para intentar derrumbarme con cada golpe letal y mordaz de sus aguas cristalinas y atlánticas. Y en mi lucha perdí, como he perdido tantas veces ya en mi vida. Y me enterré en sus cálidas arenas de salada claridad. En la más absoluta de las oscuridades donde apenas se puede ver, sentir, oír o respirar... 

Y me encontré una hermosa y bella caracola, al lado de bellos corales, y un escudo cubierto de sal. Y me armé de valor, y le hice frente a la Mar, sabiendo que su fuerza una y otra vez me derribaría. Afronté, y me revestí con mi coraza, hecha de caracolas y corales, y me cubrí el lado donde estalla mi corazón al compás del tres por cuatro, con aquel escudo cubierto de sal. El poniente me golpeo en la espalda arañada por viejos compases que marcaron mi destino y el levante, de cara y siempre de frente, como a el le gusta llegar, me dio en el pecho de lleno, haciéndome sentir un pobre y miserable soldado de arena más. Y tuve que sentarme y esperar que de nuevo bajase la marea, para así poderle ganar la batalla a las olitas de La Mar... la de Cádiz... la que me convirtió en el naufrago de su playa...

Y peleé contra las olas de la Mar de Cádiz, noche y día. Sin descanso, para defender mi propia coraza de arena, la cual yo solo quise construir a la orilla de tu playa y de tu sal. Y lo defendí de tus mareas, de tus ataques y de tus olas. Y me puse de pie en tu orilla, para enfrentar bien la pelea. Siempre me gustaron estas luchas en las distancias cortas. Nunca las esquivé, porque siempre pensé que son las más bonitas de librar. Las más difíciles de ganar. Y las más románticas de recordar, aun habiéndolas perdido todas. Y de pie te esperé, aun sabiendo que un golpe de La Mar, me mandaría al mismo carajo...

Olas que van y vienen, y olas que vienen y que van... y esta es mi guerra, Señores. Esta guerra que me yo no me he inventado. Y si mi cuerpo de arena, se derrumba en esta playa, solo les pido que dejen mi armadura de caracola, en esta orilla encallada. Porque encallado yo ya me quedé en tu playa, hace ya tanto tiempo, que la memoria me falla y los sentidos no se controlan. Porque simplemente arribé a tu playa, con la certeza de estar en casa. Y a casa vuelvo un año y otro más. Siempre a la misma pelea... a la del cuerpo a cuerpo con esas coplas que año tras año y una tras otra, siempre vienen como las olas, y que a este que está aquí, al final no se como se las apañan, que me terminan siempre volviendo "medio majareta"... "medio majareta"...