A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

domingo, 17 de julio de 2011

Noches... de luna que hiere y desata...

Al igual que hay días, también tenemos las noches. Esas que pasas al amparo de uno mismo. En la soledad que se busca y se quiere, se añora y se desea, y como no, se ama y se odia a partes iguales. En las noches que se pasa uno en el fondo de un silencio que hace crujir a las piedras. En las noches que colgado en el balcón de mis pesares y de mis amarguras, porque mías son y de nadie más, te das cuenta de tanto malo y de tanto y mucho de bueno. Las noches, que pasan igual que llegan. De puntillas. Lentas. Frías. Solas. En el silencio que tan solo rompe los segunderos de un reloj parado a propósito. Traicioneras como son solo las noches, por que no las ves venir, aunque siempre las esperas. Sabes que al final llegarán, como sabes que te darán su beso frío y amortajado... que se estampa en tu mejilla y que te hiela la sangre, hasta cuajarte el alma o lo que a esas horas ya quede de ella... 


La noche llega siempre tarde, sobre todo en estos meses estivales. Pero llegar, siempre llega. Y ya no le temo, ni siquiera la miento. Es más, hasta me he acostumbrado a la noche y sus artimañas. Pero las noches de luna llena, son con las que no puedo. La noche pretende hacerse día y nos miente y nos engaña al son de un baile macabro, siniestro y misterioso. Nos deja entrever que nos ilumina, cuando no es así. La luna para mi no existe, desde siempre. Desde que tengo uso de razón. Para mi, la luna es un mero reflejo de algo que es oscuro, frío e inerte, y que sin el astro Rey jamás sería nadie. Pero ella se empeña noche tras noche, en arañarme la espalda y tocarme en uno de mis hombros, con la dulce suavidad de una mano fría y despiadada de la que sabe que molesta y que jode. Se empecina en querer curarme noche tras noche las heridas de un corazón dañado que aun sigue palpitante, porque aun no le toco perder. Y mucho menos dejar de latir. Esa luna llena que me está mirando, una y otra vez, aunque nunca acierto a saber con cual de sus caras lo hace. Que me acecha con su blanca locura e intenta penetrar en mi vida y en mis costumbres. No existes para mi, por mucho que te empeñes en decir que estás ahí... ¿¿¿Porqué me sigues???... ¿¿¿Que intentas al pelear contra mi mente, rebuscando en la profundidad de los abismos de mi memoria, una venganza que no obtendrás jamás???... ¿¿¿Porqué sigues intentando cambiar mi pensamiento, aparatando de mi tanto de bueno como se que atesoro???...

Mira, Luna... se lo que intentas. Pero no me riñas a mi. Riñe a las criaturas y a los pájaros del campo. Luna, luna,... luna, desatame en silencio, que quiero seguir siendo un hombre. Ese que siempre fui. Desatame en silencio... que va por ahí diciendo el cuervo, que yo soy un monigote...