A Cádiz vine a robarle un día...

A Cádiz vine a robarle un día...
A Cádiz vine a robarle un día... y ella fue quien me robó, La Vida... La Vida... La Vida...

martes, 28 de diciembre de 2010

Suena... la vida suena...


Suena... como todos los años, y este ya se nos acaba. Y aunque muy pronto volveremos a escucharlos, a mi la vida esta noche me suena a lo mismo que a ellos. Suelo escuchar siempre mucha música, muchos estilos, todos ellos sean bienvenidos, y a todos los tolero y los escucho. Rock, Ópera, Clásica, Pop, Funky, Soul, Semana Santa, Jazz, Salsa, Popular o Flamenco... todos... pero hay uno que me revienta en el pecho como un cañón y que hace estallar en mil pedazos todos los recuerdos que giran en mi mente desde hace ya tantos años que ya ni me acuerdo. Y ese estilo es sinónimo de playas y de caracolas, espumas y sales, y arenas eternas que se te clavan en el alma y se te remeten entre los pliegues de la piel, los dedos de los pies y en el fondo de los bolsillos, muchas veces vacíos de todo menos de arena... la música del carnaval de Cádiz... las chirigotas, los coros y sobre todo, las comparsas...

En mi casa siempre desde bien niño sonaba esta música. Recuerdo las conexiones territoriales donde en telesur esperábamos mi madre y este que os escribe, alguna que otra noticia sobre el carnaval. Que tiempos aquellos. Más tarde pude empezar a compartir gustos, y abrir puertas y oídos a quien antes no entendía las letras o ni siquiera le llamaban la atención. Cuantas noches con los cascos puestos pero compartidos, o con la radio bajita para no despertar a los niños, en el salón o en la cama de un dormitorio por el que han pasado cunas, un par de "moisés", sabanitas de franela donde acurrucar amores y desamores al compás de las coplas de carnaval, y multitud de horas en vela por ambas cosas, o por ninguna de ellas. Noches al amparo de las ondas que gracias a la radio me traían las sesiones de un concurso que llevo clavado en mi alma y que ha ido formando parte de lo que soy y de lo que tengo. Se que el concurso no es el principio, ni siquiera será nunca el final del carnaval, puesto que ahí siempre estarán el carnaval de la calle y la Viña. Pero para los que somos de fuera, de puerta tierra pa fuera, es de lo poco que nos queda para sentirnos uno más de vosotros. Os hablo de personas que hemos hecho el amor al compás de una comparsa, con el soniquete de fondo de un tango gaditano, o el chascarrillo de una chirigota viñera con arte y compás.

Pero a pesar de sentirme un chirigotero de corazón, tengo que deciros que muero con la comparsa. Benditas sean todas las comparsas. Las que escuché en directo y las que me quedan aun por escuchar. Las que ya logré oír en viejas cintas de casete y con las que soñé alguna vez cantar en el falla. Todas las que canté en un pasado no muy lejano y todas las que he cantado recientemente con mi mujer, mis hijos y mis amigos... larga vida a la comparsa, y os dejo con este grandísimo homenaje de la Comparsa El Callejón de los Santos, a las comparsas, a sus cincuenta años y lo que nos queda por escuchar... y es que suena... la vida suena...


Suena, la vida suena
como una antigua gramola,
música que viene y va
igual que el mar en una caracola.
Suena, la vida suena,
y giran los recuerdos
con nostalgias de pizarra
y rumores de guitarra
que cuelgan del pensamiento,
y a cada corazón
que suena una canción
que clava sus puñales,
mi corazón de gramola
sólo suena a carnavales,
sólo suena,
carnavales.
Músicas de Paco Alba
que yo cantara
con mis amigos
que hoy más que amigos
son mis hermanos,
me suena a Pedro Romero,
con Villegas y Bustelo,
a nochecitas de verano.
Son las comparsas de antaño
que me traen los momentos
más hermosos o tristes
de esos años.
Quiñones, Ares, Martín,
y el Puerto traen un sin fin
de besos frescos
y de amor adolescente,
las de Tino Tovar traen el recuerdo
que es más mío y más bonito,
bendita sea la comparsa,
bendita sea la comparsa
por otros ciencuenta años
y por cien años
y por mil años
en nuestra casa,
en nuestra casa.

2 comentarios: