Hay quien le teme al espejo porque dicen que es el reflejo de la pura realidad y que, por mucho que le preguntes, siempre dice la verdad. Y, por esta condición, hay también quienes lo aman... ¡bendita contradicción!
Y sin embargo, desde el fondo del espejo siempre emergerá una realidad tan distorsionada como los ojos que lo miren. Hay quien le habla al espejo echándole cojones a su propia figura. Porque su propia silueta se encarga desde allí de darle la razón, de seguir sus muecas, de reír sus gracias, de alentar sus propios argumentos y aplaudir cuanto diga. Y cuántos no hacen de espejo, corillo y chuflas, arrimándose al sol que más calienta... y más convenga. Un espejo no tiene, precisamente, la personalidad como para decir alto y claro: en esto has acertado, amigo. Y en esto, te has equivocado.
Pero hay espejos que derrotan falsas corazas. Que al mostrar el reflejo, ordena y revela uno por uno los miedos, defectos y debilidades de quien se asoma. Y, como dijo Vives: "no hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras" (fin de la cita). Y echando la vista sobre el espejo de la memoria, habría más de uno, y dos y tres, que deberían mirarse al espejo para comprender quiénes son por lo que han sido, buscar la coherencia en sus palabras, y tener una imagen clara de lo que ven.
Hay espejos que son refugios de miedos y guaridas de soledad, pues dicen que quien está seguro de sí mismo no necesita espejos para comprobar su reflejo. Hay, sin embargo, espejos dulces que muestran mucho más de lo que son, que son bellos no por sí mismos, sino por lo que reflejan. Y en esto, cito a Cortázar: "Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte".
Por eso Cádiz, cuando te mires al espejo, no veas tu figura maltratada, ajada y herida. Mira lo que puedes llegar a ser. Lo que debes aprender, lo que debes construir. Cuánto debes crecer, luchar, pelear. Vivir.
Escucha, muchos años después, al gran Tío de la Tiza, cantarte desde el fondo de un espejo que te adora, que no siempre te corea y hace palmas, pero que te escucha y te cuida y te pide, siempre, que seas tú.
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