Por fin...
Por fin caen las primeras gotas de agua de este otoño recién llegado. Ya han bajado las temperaturas. Esas que nos han tenido separados todos estos meses de calor. Y es que los cuerpos se alean, sí, pero con estas calores, hay mucho malafollá que no quiere ni que lo rocen. Yo no soy de esos... a mi el roce con las personas queridas, me hace crecer y me da la misma vida... el tacto de la piel a quien amas. El olor de la carne de quien más deseas. El aroma del deseo, del amor, de la querencia. La esencia más antigua, la que nos permite engancharnos a la vida con cada olfateo de nuestros más cercanos. Esa fragancia destilada por el devenir de siglos y siglos de amor por nuestras cosas, nuestras tierra y las personas que día a día se cruzan en nuestros caminos, para indicarnos que el piloto de la vida, sigue en verde, y que hay que seguir... La tufarada de felicidad, dulce y tierna del abrazo que a un hijo le das, para quedarte impregnado de por vida, de ese perfume ancestral que tan solo recordarlo, eriza la piel...
Pero como os decía, hoy llueve. Y bendita el agua que nos cae del cielo, limpia nuestros campos y ciudades, y nos ensancha el alma. La bajada de la temperatura, abre los poros y los pulmones. El aire entra, penetra nuevo en nuestro interior y nos devuelve sensaciones perdidas. Llueve???... pues que llueva!!!...
Y si llueve, pues que lo haga cuando así quiera llover. Virgencita de las cuevas, dame un poco más de sed. Que no me falte tu agua, esa que desempolva el cajón de mis recuerdos a tierra mojada, charcos y botas de agua. Y así, un día tras otro, con un chaparrón siempre a punto de caer. Llueve y limpia mi alma. Mis calles. Mis rincones. Llévate mis penas y tristezas y devuélveme las alegrías aun en días grises y nublados como el de hoy. Aparte de mi a los que marchitan la esperanza del día a día, y nos dan nada más que desilusiones...
Hoy llueve, y tras el cristal empañado de gotas de mi ventana, veo mi ciudad a lo lejos... distante y distinta. Imagino el ajetreo de sus calles. El engorro de su vertiginoso tráfico incesante, aun más calamitoso al llegar los días mojados, y sonrío. Los primeros charcos se forman en las calles empedradas que yo fui erosionando paso a paso, cada vez que las pisé... y comprendo que de una manera o de otra, todas las calles me siguen llevando a ti, penumbra de mis quimeras, persiana bajada para mis sentidos y, agua que me devolvió la sonrisa que apagada yacía inerte y escondida en el fondo de mi alma... ya no tendré nunca más sed...
Así que si llueve... que llueva, que llueva!!!... bienvenido seas otoño, porque sé que tras de ti, un invierno de coplas me espera... y aquí estaremos siempre... aunque nos caiga de nuevo, otro chaparrón...
Que llueva, que llueva, cuando quiera llover,
Virgencita de las Cuevas dame un poco más de sed,
que al gaditano que canta se le seca la garganta.
Que sí, que no y otro chaparrón apuntito de caer.
Que llueva, que llueva, cuando quiera llover,
lluvia limpia, lluvia nueva que haga a Cádiz florecer.
Pero los que la marchiten y me la desilusionen
y la tengan jogaita soportando chaparrones,
que pa chaparrón ya tiene los piropos que le llueven en carnavales.
Que aquí todo vale, paisano,
que a Cai le llueve de to.
Seguimos con el Non Plus Ultra
que traducido resulta:
la mare que me parió...
Y si sólo te lloviera, Cádiz coplas y venidas,
pasaría los chaparrones a tu verita…
Y hago tuyo, y hago tuyo,
y hago tuyo mi paraguas, Tacita.
Virgencita de las Cuevas dame un poco más de sed.
Que llueva, que llueva, cuando quiera llover.
Virgencita de las Cuevas dame un poco más de sed.
Que llueva, que llueva, cuando quiera llover.
Y hago tuyo mi paraguas, Tacita.
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