Qué te pasa, no te veo contenta
con lo que has esperado este día.
Tantas ganas que te hiciera abuela
y no veo en ti esa alegría.
Hija mía, voy a ser valiente
una vez en la vida y te voy a contar
lo que tanto y tanto me atormenta
que quise contarte y nunca fui capaz.
Sabes muy bien que no eres mi sangre,
que no te tuve dentro.
Cuando te lo conté
te dije que tu mare
te dejó en un convento.
Ahora me duele tanto el haberte engañao,
el haberlo tenío tanto tiempo callao.
Ella no te entregó a ninguna adopción
como yo te he contao.
Aunque sabes, sentrañitas mías,
lo que yo te quiero,
hoy me siento una madre
traicionera y cobarde
cuando pienso que yo te compré con dinero.
Una monja te trajo,
te cogí entre mis brazos
y en el fondo sabía
que mientras te abrazaba
otra mare lloraba
con su cuna vacía.
Cuando he entrado en este hospital
los viejos fantasmas me han hecho pensar
y escuchando llorar a un bebé
hoy lo he vuelto a recordar.
Lo que hice no tiene perdón
por eso la vida me da una lección
y está bien merecía.
Ahora te veo a ti
con mi nieta en tus brazos
y maldigo aquel día.
Cuando veo su cara,
ay, si te la robaran
yo es que me moriría.
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