De la mar,
De la mar, marina,
divina y remota
como una gaviota,
llegó hasta mi barca.
De la mar,
la última botella
de un náufrago errante
con su testamento
de pobre emigrante.
Y decía la carta:
"Llevo en mi corazón,
como una maldición,
clavaíta la pena
de saber lo que envenena
morir desterrao.
divina y remota
como una gaviota,
llegó hasta mi barca.
De la mar,
la última botella
de un náufrago errante
con su testamento
de pobre emigrante.
Y decía la carta:
"Llevo en mi corazón,
como una maldición,
clavaíta la pena
de saber lo que envenena
morir desterrao.
De mi mente no se van
recuerdo criminales
de noches frente al mar
cantando carnavales.
Mi barrio, mi gente,
mi continente
de la alegría,
donde los días
eran de fiesta,
y las noches seguían
con nuestra cruz a cuestas.
La Plaza del Falla,
la gran muralla
de mi locura,
las aventuras
de los portales,
donde las niñas juran
cariños inmortales..."
de noches frente al mar
cantando carnavales.
Mi barrio, mi gente,
mi continente
de la alegría,
donde los días
eran de fiesta,
y las noches seguían
con nuestra cruz a cuestas.
La Plaza del Falla,
la gran muralla
de mi locura,
las aventuras
de los portales,
donde las niñas juran
cariños inmortales..."
De la mar,
de la mar marina
llegó hasta mi barca,
y seguía la carta
por Cai llorando;
triste y suspirando,
se iba desangrando
por cada recuerdo
que recomponía.
Por último decía:
"Y así me despido
de mis queridos paisanos".
Me temblaron las manos
cuando llegó el final,
el final, el final:
"para morir sin ti,
hubiera preferido
no ser gaditano...
¡Ay!, ¡No ser gaditano!".
llegó hasta mi barca,
y seguía la carta
por Cai llorando;
triste y suspirando,
se iba desangrando
por cada recuerdo
que recomponía.
Por último decía:
"Y así me despido
de mis queridos paisanos".
Me temblaron las manos
cuando llegó el final,
el final, el final:
"para morir sin ti,
hubiera preferido
no ser gaditano...
¡Ay!, ¡No ser gaditano!".
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