Hace más de un año, que las noches de bohemia nos dejaron su legado, su música y sus letras. Un recorrido plagado de coplas al amparo de lunas luneras y caleteras, que nos llevan a pasear de la mano de su autor, Juan Carlos Aragón, por la noche noctámbula, bohemia y más canalla de cualquiera de las noches que nos pueda ofrecer en la tacita gaditana, a la que Catalina baña de plata. Y bien es verdad que me gustó la comparsa, aunque desde primera hora pensé y así lo hice saber, que no se iban a comer un mojón. Acerté. Sin embargo, el mensaje descarado y lanzado a los cuatro puntos cardinales y dejado en las manos de los vientos que mueven a Cádiz, me llegó. Y penetró en mi vida desde la primera presentación. Caló, dentro de mi corazón y accedió a el de maneras infinitas, y ya desde entonces no necesito nunca nada que decir, pues todo está ya más que dicho. La luna, me da igual en que cuarto se encuentre, como si está llena o a punto de reventar. Para mi no existe. Y siempre será así, porque mientras haya cosas más bonitas que mirar aquí en la tierra, la Luna siempre estará de más. A mi me bastaran las noches, sean de bohemia o no. Y levantaré la voz, aun diciendo lo que no le convenga al mundo, para cantarle con una sola voz, clara y que suene haciendo ruidos de alegría y de dolor. Las cosas pasajeras no serán importantes, y el placer será mío. Porque se de alguna luciérnaga, que no necesita siquiera de la noche para brillar y brillar... y cada día que pasa, compruebo que el hombre no sabe la vida tan bella que deja de lado. Así que a mi callada manera y con la ayuda de el tiempo, que inexorable y poco a poco nos supera, y que no se puede parar (y para qué pensar en ello), sabrán todos el porqué soy tan feliz, y el porqué lo pienso ser. Y entonces, de los Reyes cualquiera, y de los hombres todos... se darán cuenta llegado el día, que bien hubiesen hecho en su tiempo, forma y manera, si se hubiesen cambiado por mi...
No hay comentarios:
Publicar un comentario