Condenados... Condenados... Condenados...
Condenados a vivir de por vida tu castigo de noches eternas sin sol.. y algunas de ellas, sin fin. Condenados por la salitre del mar de tus orillas y la humedad de la arena bajo la que se guardan los tesoros más preciados y los más odiados también. Condenados aquellos que en su día fueron encontrados y también los olvidados. Condenados a vagar por este mundo de coplas al compás del vaivén de las olas del mar. Condenados a pagar en esta vida, lo que seguramente no podamos hacer frente tras nuestra muerte. Condenados a sufrir el escarnio y la mentira. Condenados por la verdad que siempre termina azotando el alma y la barbarie de nuestra misera sociedad, esa en la que muchas veces nos amparamos queriendo buscar un consuelo que solo en el fondo se puede dar uno mismo, cuando estás en paz con tus propios silencios. Condenados a seguir errantes como sombras que buscan en un camino el atajo que los lleve de vuelta a casa, si es que alguna vez tuvimos un hogar. Condenados una y mil noches para pasarlas en vela, esperando que el sol al despuntar al alba, nos queme la piel y cicatrice las heridas, o nos abra otras nuevas tras la batalla de los sueños. Condenados por hacer lo que nos gusta, o simplemente lo que no les gusta a los demás. Condenados por intentar ser divinos bajo nuestra condición de seres humanos. Condenados por no amar a nuestros dioses por encima de todas las cosas. Por codiciar el bien ajeno, en manos de quien nunca sirve ni se hace valer. Condenados los que alguna vez sintieron en el pecho un crujir que le hiciera temblar los cimientos de sus conciencias taciturnas. Condenados aquellos que siempre vana a contracorriente, o contraflecha.
Condenados los diferentes, los que no callan, los malafollás, los que te quieren de mil maneras y de ninguna de ellas. Condenados todos por no aprovechar las horas, los minutos y los segundos. Condenados por los gritos que hacen saltar a las piedras. Condenados todos aquellos que no se conforman y en sus desplantes intentan ir de frente por la vida, aun sabiendas que el camino más fácil y seguro no es ese. Condenados los que asienten con la mirada y te destrozan con el corazón. Condenados los que nunca sintieron escalofríos. Condenados los que sus cuerpos no fueron disfrutados. Condenados los que sus espaldas nunca fueron observadas mientras se alejaban. Condenados los que en el fondo nunca entendieron nada de nada. Condenados todos, maldita sea... por nuestras gargantas calientes. Condenados por la sabiduría del profano, y por la rebeldía del maestro. Condenados por los amigos y por los enemigos. Condenados eternamente a vagar por tus calles, esas que siempre dan al mar. Condenados por tantas y tantas cosas que no se salva nadie de este mundo, ni nadie de esos otros mundos paralelos en los que nos perdemos casi siempre. Condenados por ser tal y como somos. Condenados al tacto de la soga y la oscuridad del capuchón. Condenados a dejar de sentir que pisas suelo. Condenados a dejar nuestras cadenas varadas en los puertos de tus playas. Condenados por la incapacidad transitoria de saber a que se juega. Condenados por las mismas palabras con las que yo condeno. Condenados por resucitar cada mañana a la vera de nuestra memoria. Condenados por lo que otros consideran inoportuno. Condenados por la casualidad de estar o de ser. Condenados desde el mismo día en que nos pusieron los pañales y nos asomaron a una ventana. Condenados siempre, y en todo momento por nuestra condición mezquina y cobarde. Condenados por no levantar la voz ni el brazo cuando debimos de hacerlo. Condenados por querer pasar desapercibidos y de puntillas por la vida que nos fue regalada.
Y si yo tengo que ser condenado por todo esto, o por mil cosas más, bendita sea la condena impuesta. Y si me han de condenar, yo condeno condenar que nuestras coplas se hundan en el mar... se hundan en el mar...
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